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Colaboradores

Los Patriotas de Will Fowler como novela histórica.

Por Enrique Sada Con un estilo personal muy mexicano, y no por ello menos lleno de emoción, el Historiador Will Fowler ha venido a hacer la entrega de lo que tuvo a bien ser su primera novela, luego de largos años de investigación documental y producción académica, con la aparición de Patriotas en nuestro país. Publicada bajo el sello de Editorial Planeta este 2024, el libro de Fowler—Doctorado en Historia por la Universidad de Bristol y Catedrático de Estudios Hispánicos de la Universidad de Saint Andrews—vino a presentarse en nuestros anaqueles literarios, con gran expectativa y como una novela que no decepcionará al lector. Sin la necesidad de ahondar precisamente en una cátedra especializada,  nuestro autor logra envolvernos desde su propia imaginación gracias al desarrollo de una historia familiar desde el momento mismo en el que Francisco Cienfuegos se decide por enlistarse como soldado insurgente, empezando  de esta manera a tejer su propia gesta heroica en lo particular y de manera paralela a la de los principales acontecimientos de nuestro país: desde la insurrección liderada por el cura José María Morelos hasta la instauración y caída del Segundo Imperio con el Emperador Maximiliano I de México. Siguiendo la muy difícil tradición iniciada por otros grandes como Astucia de Luís G. Inclán, Las Memorias de Blas Pavón del no menos excepcional historiador norteño que fue José Fuentes Mares, Noticias del Imperio del erudito Fernando del Paso o El Seductor de la Patria, de un prosista lúdico como Enrique Serna, Fowler logra consagrarse también como un buen novelista. Salvo por Zambrano del historiador académico Javier Guerrero, gran novela histórica desarrollada a partir de los archivos de uno de los personajes más prósperos y afamados del Septentrión novohispano en plena Guerra de Independencia—cuyo prólogo y presentación realizamos justamente el año pasado en la capital de Durango—Patriotas viene a acompañarnos no solo como un gran libro—novedoso y reciente— por lo voluminosa que es la obra sino también por la riqueza de su contenido que, sin faltar a la erudición que le es característica  como tal, se convierte por mérito propio en una obra que se mantiene en pie por si sola. Lo anterior se debe en buena medida a su narrativa que logra atrapar al lector—sin importar que se trate de un investigador o un simple buen amante de la ficción—precisamente porque, dada la erudición del autor dentro del tema principal en el que se ha especializado con creces a lo largo de su vida, es que este logra sostener no solo la credibilidad de lo que escribe sino que llega a transmitir de manera muy bien lograda, a través de su personaje principal, la emoción y el interés con destreza a partir de uno de los capítulos más fascinantes y definitorios no solo de la Historia de México sino también de la Historia de la América Hispana desde la primera década de 1800 en la que inician las primeras insurrecciones por la Independencia; partiendo de lo que ha venido a definirse como la época de las gestas heroicas pero también como el momento en el que aquellos jóvenes países empezaron una serie de luchas no solo contra el exterior sino también en contra  de sí mismos, en pos de un rumbo propio y del proyecto de Nación que habría de definirles, hasta la segunda mitad del turbulento siglo XIX (con próceres y caudillos) marcando una pauta a seguir hasta la fecha. Reconocido ampliamente como un experto de la figura mítica y la persona de Antonio López de Santa Anna al igual que del siglo XIX mexicano, que Will definiría a lo largo de sus obras académicas como “la era de los pronunciamientos militares”, llega este libro a refrescar el ambiente literario justamente en un año como el presente en el que ha escaseado la producción y difusión de obras noveladas con tan buen tino como esta.

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La importancia del uso de gestores de referencias en la investigación

Por Judith Varela Los gestores de referencias han surgido como herramientas esenciales como elementos facilitadores para la investigación. Estos programas permiten organizar, almacenar y citar fuentes de manera eficiente y precisa. Jones (2021) destaca que los gestores de referencias permiten almacenar y categorizar las fuentes de manera sistemática. El ensayo no sólo busca describir las ventajas de los gestores de referencias, sino también discutir los desafíos potenciales que conlleva su uso, proporcionando una perspectiva equilibrada. El propósito es explorar y explicar la importancia de la gestión de referencias bibliográficas en el ámbito académico. Estas herramientas contribuyen a la calidad del trabajo del investigador. Según Williams (2017), los gestores de referencias permiten compartir bibliotecas de referencias y trabajar conjuntamente en la elaboración de bibliografías. A lo largo del tiempo, los investigadores desarrollaron diversas técnicas y herramientas para manejar la información que se genera a partir de una  consulta durante el proceso de investigación. Uno de los avances más significativos ha sido la creación y el uso de gestores de referencias, programas diseñados para ayudar a los académicos a organizar, almacenar y citar sus fuentes de manera eficiente. Estos gestores de referencias, como EndNote, Zotero, y Mendeley, no solo simplifican la tarea de crear bibliografías y citas en diferentes estilos, sino que también ofrecen múltiples funciones que facilitan la colaboración y el intercambio de información entre investigadores. Además, su capacidad para integrarse con procesadores de texto y bases de datos académicas los convierte en herramientas indispensables en el entorno académico moderno. Davis (2020) menciona que los gestores de referencias pueden adaptarse a estos requisitos al generar citas y bibliografías en el formato adecuado. Importancia de la Gestión de las Referencias El uso adecuado con la gestión idónea de las referencias bibliográficas es esencial para la credibilidad de cualquier investigación académica, ya que estos programas facilitan la organización, almacenamiento y citación de fuentes de manera eficiente y precisa. Los gestores de referencias automatizan la creación de citas y bibliografías, permitiendo a los investigadores concentrarse en el análisis de los datos (Brown, 2019). ). De lo cuál facilita la recopilación y permite en gran medida la organización de las ideas al momento de plasmarlas. Las citas permiten la viabilidad de las fuentes de información utilizadas, con una correcta citación de fuentes demuestra la rigurosidad y habilidad del investigador. Por otro lado; la falta de referencias precisas y completas puede poner en duda la investigación de un estudio y pudiera ser de poco impacto. La gestión correcta de las referencias ayuda a prevenir el plagio al dar crédito adecuado a los autores originales. Johnson (2018) señala que citando todas las fuentes utilizadas, los investigadores reconocen el trabajo de otros y evitan la apropiación indebida de ideas y datos. Por ello, la importancia de aplicar los valores de honestidad y veracidad en el proceso de la investigación. Ventajas y Desafíos de los Gestores de Referencias: Ventajas: Desafíos Potenciales en el Uso de Gestores de Referencias 1.- Se requiere tiempo y esfuerzo para aprender a usar estas herramientas, la interfaz y las múltiples funciones de los gestores de referencias pueden dificultarse a ciertas personas. 2.- Algunos gestores, como EndNote, requieren una suscripción o compra, lo cual puede ser una barrera para investigadores con recursos limitados. 3.- Problemas técnicos o fallos del software pueden interrumpir el acceso a las referencias. 4.- La falta de acceso a internet se pueden limitar cuando se basan en la nube y puede implicar riesgos de seguridad y privacidad. Comparación de Gestores de Referencias: Smith (2021) destaca que Zotero, Mendeley y EndNote son los gestores de referencias más populares debido a sus características y compatibilidad con una amplia gama de estilos de citación. Se describirá una breve comparación entre los gestores de referencias más populares (Zotero, Mendeley, EndNote, etc.) en función de sus características y compatibilidad con diferentes estilos de citas. Zotero Mendeley EndNote -Tiene un software libre y gratuito. -Se pueden capturar referencias directamente desde la web. -Permite sincronizar bibliotecas en múltiples dispositivos. -Facilita la creación de grupos para compartir referencias y colaborar en proyectos de investigación.   -Tiene un interfaz sencillo de usar y se pueden gestionar documentos PDF. – Es una red social académica en donde se pueden compartir trabajos. -Cuenta con sincronización en la nube: -Se pueden hacer notas a los documentos PDF.   -Ofrece herramientas avanzadas para la gestión de referencias y la búsqueda en bases de datos académicas. -Cuenta con un interfaz profesional para investigadores profesionales. -Cuenta con bases de datos académicas y bibliotecas digitales. -Se puede trabajar sin conexión y se sincronizan los datos cuando se vuelve a estar en línea.   -Tiene una amplia Gama de Estilos: Compatible con más de 9000 estilos de citación, incluyendo APA, MLA, Chicago etc. -Permite personalizar estilos de citas a través del Zotero Style Repository.   -Tiene una gran diversidad  con más de 7000 estilos de citación. -Cuenta con plugin para Microsoft Word y LibreOffice para insertar citas y bibliografías fácilmente.   -Cuenta con más de 6000 estilos de citación. – Ofrece opciones avanzadas para personalizar los estilos de citación.   Brown (2019) subraya que Zotero es especialmente accesible para investigadores debido a su naturaleza de software libre y gratuito.   Según Johnson (2020), menciona que Mendeley se diferencia por su integración de funciones de red social académica, lo que facilita la colaboración entre investigadores. Davis (2018) menciona que EndNote ofrece herramientas avanzadas para la gestión de referencias, ideales para proyectos de investigación de gran envergadura.   Williams (2017) compara las características sociales de Mendeley con otros gestores de referencias, destacando su capacidad para conectar a investigadores y facilitar el intercambio de documentos. Referencias:

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EL PUENTE DE LAS ÁNIMAS SOBRE EL CAMINO REAL VERACRUZ-MÉXICO Y SU TÚNEL SUBTERRÁNEO

Texto/Imagen: L.C.C. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias El 18 de abril de 1803, el Consulado de Comerciantes de Veracruz inició los trabajos de modernización del Camino Real Viejo que, por el rumbo de La Antigua, se seguía desde 1519 para subir hasta la Ciudad de México. Así como la apertura del camino real Nuevo que, por la región de Paso de Ovejas, garantizaría pasar una región más seca en época de lluvias y en La Ventilla (Puente Nacional), se uniría a la ruta anterior hasta llegar a Perote; donde se enlazaría con la ruta de Puebla. Ese día, dos grupos de trabajadores partieron desde Plan del Río para componer las calzadas y abrir nuevos tramos en los bosques y selvas bajas: uno se dirigió hacia la ciudad amurallada de Veracruz y otro hacia la villa de Xalapa, teniendo como meta unir el camino reparado con las obras que años antes el ayuntamiento xalapaño había realizado en Las Ánimas. Parte de los trabajos que el Consulado de Veracruz desarrolló, fue construir 11 grandes puentes para el cruce del gran río La Antigua y los grandes arroyos menores, afluentes de este río y del de Actopan. Pero también hubo que reparar cuatro puentes de mampostería de piedra que habían sido edificados en el siglo anterior: los dos de Plan del Río que databan de 1758, el del río del Lencero de 1760 y el de Las Ánimas, levantado en la década de 1790 al sur de Xalapa. Este último puente, de un solo arco de pequeñas dimensiones -si se le compara con los otros- se ubicaba sobre el río de fuerte corriente conocido como Santiago o río de Las Ánimas. Esta vía de agua se alimentaba de los arroyos Tatahuicapa y Tenerías, que tenían su origen en el manantial de Techacapan y en la zona de los Berros. Conforme se extendió la mancha urbana y construcciones de Xalapa, recibió más aportes de otras fuentes de agua, así como basura y elementos contaminantes hasta convertirse en un arroyo de aguas residuales. En el siglo XX, la calzada del camino real de Veracruz a México quedó sepultada bajo la carpeta asfáltica de la carretera federal 140 y el puente fue estrechado por los trabajos de ampliación que construyeron el carril de Xalapa a Veracruz. Con ello, quedó totalmente sepultado, fuera de la vista de los habitantes y solo visible si se entra directamente por el lecho del río por el estrecho túnel por donde corren las aguas. LA RELOCALIZACIÓN En 2015 el autor de esta publicación terminó de ubicar y medir los puentes del camino real desde Veracruz hasta Perote, como parte de su proyecto de investigación histórica. Pero en la lista de puentes estaba pendiente el de Las Ánimas. Por ello contactó vía Facebook con el historiador xalapeño Paulo César López Romero, quien respondió: «Estimado. El entorno del puente ha sido tan modificado que no sabría decirte si aún existe. Podría estar «enterrado», sirviendo para estructura hidráulica. O totalmente derrumbado. El puente en cuestión debería estar debajo de un puente peatonal entre la estancia Garnica y la esquina de la calle de acceso al fraccionamiento de «las animas». Una exploración al cauce del río que forma el lago del Fracc. daría la respuesta definitiva.» En uno de sus continuos viajes a Xalapa, avisó a su amigo el técnico dental José Humberto Rodríguez, buen conocedor de la ciudad y sus parajes. Y por la tarde del sábado 17 de mayo de 2015, bajaron al arroyo y se pudo localizar el arco de piedra gracias a que el flash de la cámara del Lic. Mario Gaspar tenia la suficiente potencia para iluminar y captar la estructura desde los 13.20 metros que le separan desde la boca del túnel. Sin embargo, el arroyo tenía suficiente agua para impedir la entrada sin equipo adecuado. En los meses siguientes de 2015 y 2016 regresaron en varias ocasiones con el historiador Paulo César López Romero, el comunicólogo Francisco Marín de Hoyos y el historiador Gustavo Ramos, pero el nivel del agua y la corriente no permitieron aproximarse al arco del puente. Mismo que fue retratado muchas veces y dado a conocer en las redes sociales, no como un hallazgo sino como una aportación más a la historia de Xalapa y del camino real. El 5 de julio de 2020 el Lic. Mario Gaspar conoció al licenciado en turismo Oscar Ortega Gómez durante una excursión por un tramo de la Ruta de Cortés entre Plan del Río y Cerro Gordo. Enterado del trabajo que realizaba, el Lic. Oscar Ortega generosamente ofreció su apoyo con una balsa y el equipo de navegación necesario para ingresar al túnel. En los años anteriores se habían hecho gestiones con diversas personas y organizaciones pero todas quedaron sin respuesta o en la inacción. EXPLORACIÓN Y ESTUDIO El sábado 4 de diciembre de 2021 partió desde la ciudad de Perote la expedición documental CAMINO REAL 2021: DE PEROTE A XALAPA, LA ANTIGUA Y VERACRUZ, que fue organizada, dirigida y guiada por el Lic. Mario Gaspar, con la participación de sus compañeros del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México (EXESCR). Siguiendo el itinerario trazado, debían caminar 243 kilómetros entre el 4 y 21 de diciembre, siguiendo lo más fielmente posible el sendero del camino real, teniendo varias exploraciones a realizar en las semanas de viaje, para las cuales se equiparon adecuadamente. El jueves 9 de diciembre, se hizo el tramo desde la Catedral Metropolitana de Xalapa hasta el puente peatonal de Las Trancas, pasando por Las Ánimas. Avisados previamente de que se iba a realizar la exploración más importante de esta expedición, la fotógrafa Ana María Andrade Rodríguez y el Lic. Mario Gaspar -los dos expedicionarios que estaban realizando el viaje completo- fueron acompañados por el biólogo Alejandro López Atilano y el L.A.E. Helio Castro González hasta que cerca de las 12:00 PM llegaron al paraje donde está sepultado el puente de Las Ánimas. Ahí les esperaba ya el Lic. Oscar Gómez con una

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Mujer, patriota y testigo de su tiempo: las memorias de una Primera dama (II Parte)

Por: Enrique Sada Sandoval Aquellos novohispanos que nacieron en las postrimerías del siglo XVIII y primeras décadas del siglo XIX, incluso ya como mexicanos, heredaron las grafías, usos, y ambivalencias propias (en cuanto a morfología y sintaxis) de un castellano todavía tan cercano a Nebrija y a Quevedo como a su propia cotidianidad, y en un ámbito donde lo fundamental era saber expresarse; primero de manera fluida y después aprender a hacerlo, si es que era posible, por puño y letra a través de la palabra escrita. Lo anterior no debería por lo tanto sorprender a nuestros contemporáneos ni hacernos ver a aquellos hombres y mujeres del siglo antepasado como desfasados: basta recordar que en  Europa y nada menos que en la nación que se autoproclamaba ante el mundo capital y cuna del “Siglo de las luces”, la adopción del francés como idioma oficial o lengua nacional—compartiendo vigencia en ese tiempo con dialectos romances del Medioevo, como el provenzal—no vino a imponerse hasta el reinado de Napoleón III (1852-1870); y que aún en nuestros días, la misma Academia de la Lengua Francesa mantiene una disputa constante respecto a como debieran escribirse o pronunciarse ciertas palabras, cosa que no sucede con la lengua de Cervantes ni con la Real Academia hoy en día. En lo que respecta a los acontecimientos en aquél México convulso que, no obstante su estado, aún deparaba esperanza en el porvenir, las Memorias presentan un retrato hablado, no sólo de la autora, sino de sus paisanos a través de su encuentro con hombres, mujeres, indígenas, religiosos, personalidades de la política, diplomáticos y valerosos hombres de guerra que amaban la paz, como su marido; envueltos en un mismo torbellino, donde las constantes intervenciones de Estados Unidos, ya arrancando la soberanía y dignidad de la Patria a jirones o apoyando a sus protegidos “liberales” en México, con las mismas pretensiones y ofrecimientos territoriales de parte de estos, terminarían por abrir la pauta para que la mayoría de los mexicanos —los liberales moderados y los conservadores— acudieran a Europa para pedir auxilio definitivo contra el Goliat del norte tras la intervención de la Armada Norteamericana  en Veracruz, en Antón Lizardo, salvando a Juárez y su facción, de una derrota definitiva, y haciendo que Miramón y los de su bando perdieran la Guerra de Reforma (guerra entre mexicanos) contra la nación de las barras y las estrellas. Dotada de una prosa rica y propia de una dama educada e inteligente, Concepción Lombardo hace despliegue de ingenio en sus juicios agudos con un toque penetrante y bastante sentido del humor respecto a los personajes con los que, desde su alta posición y cercanía involuntaria, igual que hiciera Madame Calderón de la Barca décadas antes, llegó a entenderse lo mismo en sus paseos por la gran ciudad de los palacios antes que la piqueta de la “Reforma” la mutilara y despojara de trescientos años de esplendor y patrimonio histórico (como señalara Guillermo Tovar y de Teresa), igual que sus repentinos viajes hacia el interior del país en pos de encontrarse con su marido o escapando del asedio de las tropas enemigas y del bandolerismo que infestaba los caminos aquél entonces. Sin lugar a duda, al tratar sobre la viuda y Condesa de Miramón —título nobiliario concedido como reconocimiento por el Vicario de Cristo en 1869— a partir de sus letras nos encontramos con una mujer inteligente, y más aún, ante una mujer de una sola pieza, cuya integridad, congruencia, patriotismo y abnegación en grado heroico la ponen en el mismo pedestal que a su marido y que a los otros dos asesinados aquel 19 de julio de 1867 en el Cerro de las Campanas. Sus Memorias, por lo tanto, constituyen, en una bella nueva edición que también prologamos, no sólo una defensa (como algunos pretenden, para intentar escatimarle valor como fuente) contra la desmemoria histórica y el maniqueísmo oficial de los vencedores, quienes trataron falazmente de cubrir el asesinato del “Joven Macabeo” con una farsa de juicio y la falsa acusación de “traidor a la Patria”, como excusa pueril a lo que en consciencia sabían que era un crimen a todas luces; es también un testimonio para futuras generaciones de mexicanos cuya lectura mueve a la búsqueda de la verdad histórica, más allá de la miopía ideologizada y la impostura política, así como una lección sobre el porvenir en un momento crítico, donde los mexicanos de todos los bandos habían perdido la fe en la posibilidad de resolver sus propias diferencias y problemas: sin duda, una lección que hoy por hoy, a 160 años de la conmemoración de la del Segundo Imperio Mexicano, sigue vigente.

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Mujer, patriota y testigo de su tiempo: las memorias de una Primera dama (I Parte)

Por Enrique Sada En 1867, cuando los restantes miembros del extinto Partido Conservador se acercaron al borde del sepulcro en que se encerraba—entonces se creía que para siempre—el cuerpo de quien fuera un verdadero Niño Héroe, el presidente más joven de la República y patriota valeroso, el General Miguel Miramón Tarelo, con  tímidas palabras se acercaron a su viuda, la señora Concepción Lombardo de Miramón, para manifestarle la enorme pérdida que para México y los conservadores representaba la muerte del «Joven Macabeo». La viuda en un estado de agudeza mental y contemplativa, como relámpago que rompe la quietud y cruza el cielo, simplemente les respondió: «Ustedes también están sepultados dentro de esa tumba». Con estas palabras se cerraba un capítulo extraordinario en la Historia de México, pero se abría, sin duda, el camino hacia la eternidad, así como una pauta para que esta mujer describiera a futuras generaciones como fue su tiempo junto al gran hombre que se había convertido, desde muy joven, en un personaje de leyenda cuya vida estaría entrelazada, hasta el momento de su asesinato, con lo que más amaba: su Patria. Dos años después de cerrarse aquella loza en el Panteón de San Fernando, de manera apasionada y lo más cercana a la verdad histórica, a partir de sus recuerdos íntimos fue que Concepción Lombardo, o simplemente “Concha” para quienes solían tratarla, inició como catarsis un largo recuento de historias y vidas cruzadas a partir de su experiencia en lo que serían sus célebres Memorias empezando por su nacimiento en la capital de un México independiente, en el año de 1835. Sin ser una mujer de letras dedicada al oficio como George Sand,  la presente obra se consagra  como una enorme contribución por parte de la autora en el ámbito de la  historiografía pues se trata no de un simple desahogo personal o una extensa proclama política—algo bastante común en aquellos tiempos—ni de un memorial justificativo y parcial con pretensiones moralistas (como lo hicieran Lucas Alamán, Benito Juárez o el mismo Antonio López de Santa Anna en su momento); por el contrario: la autora se presenta a sí misma desde la verdad infranqueable y nos expone también a aquellos personajes que definieron los destinos de la todavía joven Nación mexicana en un momento crítico, partiendo desde su extensión, usos y costumbres hasta ahondar también en sus virtudes, sucesos y vicios. Ha habido algunos que, de manera superficial  desde el confort y el maniqueísmo que les impone—porque les es cómodo y económicamente redituable—la “historia de bronce”, acusan en nuestra apasionada autora, con recato fingido y actitudes puristas,  parcialidad o hasta un aparente error en la presente autobiografía, como sucede con María Teresa Bermúdez quien en su muy breve reseña a las Memorias de Concepción Lombardo de Miramón, publicada por la revista Nexos en el año de 1990, manifestaba que “desgraciadamente no se corrigió la ortografía”(?) a la hora de publicarlas por vez primera y desde entonces. En el presente caso habría que subrayarle a quien se pretendía crítica no solo su error y la ligereza de esta afirmación sino también el anacronismo en que incurre al emitir una opinión que solo puede justificar su falta de conocimiento histórico al emitir juicio sobre una obra del siglo XIX con la mentalidad del siglo XX, pues las reglas gramaticales que gozamos hoy en lo que a la lengua castellana se refiere, no vinieron a imponerse de manera general y definitiva sino hasta finales del reinado de Isabel II de España en 1869; esto es, hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XIX. Aún y cuando los primeros trazos por uniformar la pronunciación y gramática aparecen bajo el Borbonismo tardío del siglo XVIII, con la publicación de la Gramática de la lengua española por la Real Academia de la Lengua en 1771, esta se hace como un intento político centralizador (más que unificador y común) respecto a las muy distintas usanzas, costumbres, palabras y dialectos que imperaban tanto en la misma Madre Patria como en el resto del Imperio que abarcaba un territorio global desde los Virreinatos de América y las Capitanías Generales del Caribe, al igual que otras provincias de ultramar como las Filipinas; y si este primer intento no se generalizó  fue debido a la tirantez que  experimentaba como hegemonía en declive, ocupada en sus guerras contra Francia e Inglaterra por conservar su integridad territorial—desde entonces, con suficientes visos a autofragmentarse—y debido al embate fratricida de las guerras carlistas en la Península.

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UNA DESCRIPCIÓN DE LA BARRANCA DE METLAC EN 1874

Por: Mario Jesús Gaspar Cobarruvias Muchos oficiales franceses que participaron con los contingentes enviados a México, escribieron profusamente en sus Memorias sus vivencias personales a manera de diarios, registrando los grandes eventos y combates donde participaron, y dando sus opiniones del país que estaban conociendo por primera vez. Fueron alrededor de 800 oficiales de infantería y caballería nacidos entre 1795 y 1849, los que vinieron a México entre 1862 y 1864. No todos eran de origen francés; los había austriacos, belgas, húngaros, rumanos, sudaneses entre muchos otros. Uno de ellos, que acompañaba al ejército al mando del general Lorencez en abril de 1862, era el francés Gustave Léon Niox. Él nació el 2 de agosto de 1840 en Provins, y fue hijo de un teniente coronel militar de caballería. Obtuvo una beca para estudiar en el Pritaneo Nacional Militar en 1856. A su salida, en 1861, fue nombrado teniente del 10º Regimiento de infantería. Realizó cursos de capacitación ese mismo año, y poco después, al 2º. Regimiento de Cazadores de África, con quienes se fue a México en marzo de 1862. El 20 de julio de 1911, siendo ya general y encargado del edificio de Los Inválidos, escoltó al ex presidente mexicano Porfirio Díaz hasta la tumba del general Napoleón Bonaparte, a quien el general mexicano admiraba. En 1874 publicó su obra EXPÉDITION DE MEXIQUE, 1861-1867, en la que narró el combate de El Fortín, del día 19 de abril de 1862, donde fue testigo, en su calidad de oficial de caballería. En sus anotaciones describió también la barranca de Villegas, que en ese año ya se conocía también como de Metlac, entre las ciudades veracruzanas de Córdoba y Orizaba: “La Barranca o quebrada de Metlac tiene 100 metros de profundidad; el camino lo cruza haciendo muchas sinuosidades. En México llamamos barrancas a las quebradas con laderas empinadas, más o menos de profundidad, resultado de la acción erosiva de las aguas torrenciales de la estación de lluvias, conmociones geológicas del suelo y, a menudo, también de Tune y el otro causas combinadas. Algunas de estas barrancas son considerables; la de Régla, al norte de La Ciudad de México ofrece los sitios más pintorescos. Las barrancas del Platanar, de Atenquique y Beltrán, que derivan de los Volcanes de Colima, tienen de 1,600 a 1,700 metros de profundidad” (Niox 1874:143) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Niox, Gustave Léon. Expédition de Mexique, 1861-1867. Librairie Militaire de J. Dumaine, Paris, 1874.

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Adiós a David Brading

Por: Enrique Sada Sandoval Conocí a David Brading en otoño del 2008. Nunca esperé hacerlo más allá del papel y la tinta ese año. Me tocaba tomar vuelo para presentar una novela histórica, El Brigadier, de la autoría de Jorge Zarzosa Garza (Que en paz descanse) en Reino Unido y más formalmente en la Embajada de México en España. Aun y cuando el primer destino era cumplir con la agenda en Madrid, había que hacer escala en el Aeropuerto de Heathrow en Londres, partiendo de la Ciudad de México por British Airways. En lo que caminamos hasta la sala de abordaje, platicaba justamente con un amigo sobre la obra de Brading y lo valiosa que era en el marco del llamado Bicentenario “oficial” de la Independencia—en realidad, de la primera insurrección autonomista fallida de la que derivaron otras independentistas, también fallidas—y el primer Centenario de la “Revolución mexicana”, según la retórica gobiernista y comodina de siempre. De pronto, girando hacia un puesto de libros y revistas se encontraba Brading en compañía de su esposa, Celia Wu. Ante el asombro, me acerqué para saludarlo y presentarme. Para mi mayor asombro, fue doña Celia quien me reconoció por el nombre; esto es, por haber publicado un ensayo en la Revista 20/10: Memoria de las revoluciones en México en el mismo Volumen que su esposo. Charlamos largamente antes de emprender el mismo vuelo, sin desaprovechar la oportunidad de que nos tomaran un par de fotos juntos. Su amabilidad y la de Celia resultaron más que generosas, puesto que me permitió en primera instancia abordar a uno de mis íconos con una familiaridad insospechada que después habría de continuar a través de algunos correos que intercambiamos durante años. Aunque nacido en Londres, en el barrio de Ilford, como hombre que amaba y conocía entrañablemente a México—casi tanto como si fuera su país—hablaba un español bastante fluido, como su mujer que era peruana, por lo que su idioma quedó automáticamente rebasado durante nuestras conversaciones. Autor de obras clásicas como Orbe indiano, Mito y profecía en la Historia de México, Haciendas y ranchos en el Bajío mexicano, Iglesia y Estado en México Borbónico, o su inigualable Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810) que me acompañó durante el Posdoctorado en Historia del Norte de México, Brading se abrió paso haciendo algo que muchos investigadores en nuestro país suelen temer hacer: Historia académica sin miramientos y zambullirse en archivos virreinales. Especializado en la Nueva España y el México del siglo XIX, como profesional sentó cátedra ahondando en las raíces de nuestra identidad mestiza tanto como el corolario ideológico con que a la postre se configuraría nuestra mexicanidad a partir de la Independencia respecto a la vieja España peninsular. Sin cortapisas y contraviniendo los discursos de bronce tan propios del sistema político mexicano—y aún el de otros países—afirmaba como la grandeza del Virreinato terminó decayendo por obra del despotismo borbónico, sobre todo a partir del mitificado Carlos III; como la Independencia no fue un mal sino una necesidad imperiosa para los novohispanos buscando sobrevivir el amago de aquella decadencia; como Agustín de Iturbide era el verdadero Padre de la Patria y el Libertador de México y sobre todo, como después de la emancipación de la Madre Patria, a lo largo del siglo XIX tanto en México y el resto de Hispanoamérica sobrevivió un sentimiento fidelista hacia España que no entraba en conflicto con la identidad de estas nuevas naciones que todavía miraban con esperanza al otro lado del mar algún tipo de unión hasta la década de 1870. Planeamos entrevistarlo hace dos años el Dr. Carlos Silva Cázares y yo, pero el grave deterioro en su salud no permitió este proyecto. En un país como el nuestro, donde la Historia sigue siendo manipulada u omitida con tal de intentar legitimar regímenes y personajes criminales, sacrificando la verdad, Brading se sostiene como un gran ejemplo a seguir para la mayoría de los historiadores mexicanos a la hora de abordar los hechos sin bandererías políticas ni intereses mezquinos, y, sobre todo: sin la cobardía de no poder decir o publicar abiertamente que el pasto es verde, como diría Chesterton. Descanse en paz.

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Cagayan: indios tlaxcaltecas contra samuráis.

Por Enrique Sada Dentro del imaginario al que corresponde el mito de la Conquista, según la impostura del Smithsonian en México—a través de la Secretaría de Educación Pública como su filial de adoctrinamiento—donde se vilipendia por igual tanto a los españoles como a los indígenas vencedores de la tiranía sanguinolenta de los aztecas, suele omitirse que uno de los capítulos más gloriosos de nuestra Historia lo es el de aquella etapa de gestación de nuestra identidad nacional mestiza como lo fue el Virreinato. Y a su vez, entre sus páginas doradas nos encontramos nada menos que lo que fue la expansión y conquista que peninsulares y demás etnias nativas hicieron juntos hacia el norte del continente (conquistando hasta Alaska), y al sur del mismo, en el señorío de los Atahualpas (con la conquista del Perú). Sin embargo, muy pocos imaginan que este mismo espíritu emprendedor llegaría más allá de los mares, como en su momento lo fue laconquista y fundación de las Filipinas, que recibirán su nombre en honor al Emperador hispano Felipe II, gracias a la iniciativa de Miguel López de Legazpi, Alcalde de la Ciudad de México, junto con tropa formada por tlaxcaltecas. A partir del año de 1574 las costas de Filipinas fueron atacadas contantemente por corsarios japoneses hasta que el Gobernador de Manila solicitó los servicios Juan Pablo de Carrión: veterano de guerra asturiano que a sus 64 años de edad arma la defensa contra Tay Fusa; famoso pirata japonés que tenía tiempo asolando aquellas costas. Carrión armó un batallón con 7 embarcaciones con 40 efectivos peninsulares en tanto el resto fueron tlaxcaltecas veteranos de las guerras chichimecas, una tropa considerable de novohispanos, indios sangleyes y tagalos entrenados en el arte militar peninsular, dotados con el ixcahuipilli mesoamericano que—como aporte tlaxcalteca—también usaban los soldados españoles como protección. La flotilla de Carrión tomó el Rio Tajo para interceptar las fuerzas de Tay Fusa que disponía 18 embarcaciones y 800 piratas japoneses, chinos, alayos, coreanos y varios samuráis sin señor (ronín). Pronto los hombres de Carrión descubren una embarcación de Tay Fusa e intentan abordarla, pero los piratas japoneses rechazan el ataque y contratacan abordando la embarcación. Carrión ordena a sus soldados que formen en la popa de la nave un escuadrón con todos los piqueros adelante y los arcabuceros en la retaguardia en tanto al apercibirse de la superioridad numérica de los piratas, los novohispanos cortan la cuerda o driza de la vela mayor de la embarcación, misma que cae sobre el combés de la galera, formando un parapeto o trinchera natural desde la cual los arcabuceros logran disparar con protección y precisión. A partir de este momento la lucha se vuelve encarnizada puesto que tlaxcaltecas y españoles hacen resistencia frontal, emprendiendo combate cuerpo a cuerpo contra los corsos nipones a quienes logran rechazar y poner en fuga. La lucha inició con gran número de descargas de artillería de ambos bandos, prolongándose durante varias horas hasta arrojar saldo de 200 piratas muertos en batalla y una docena de soldados hispanos e indígenas caídos en la línea de defensa. Para entonces, era más que evidente que la táctica novohispana era superior a la de los japoneses pese a la gran desventaja numérica, llegando incluso a embarruntar sus picas con cebo en la punta para evitar que fueran tomadas por los nipones. Ante el desastre, Tay Fusa intenta negociar su retirada con Carrión pidiendo se le indemnizara en oro sus pérdidas, algo a lo que el asturiano no estaba dispuesto por considerarlo indigno, por lo insistió en que se retirara de Filipinas, reanudando la lucha. Al momento de la última batalla se agotó por completo la pólvora entre ambos bandos, por lo que reanudaron el combate directo, cuerpo a cuerpo, en la costa hasta que Tay Fusa ordenó la retirada con sus combatientes, siendo perseguidos por los valerosos tlaxcaltecas, tagalos y peninsulares que lograron una victoria heroica, pacificando la región por más deun siglo.

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Febrero: Mes del Plan de Iguala.

Por: Enrique Sada Para José Antonio Jiménez Díaz.Dentro del Calendario oficial impuesto por el Gobierno el día 24 de Febrero suelefestejarse—muy escuetamente—como el “Día de la bandera” dentro del programa deestudios de la Secretaría de Educación Pública, lo mismo para la burocracia y las FuerzasArmadas acuarteladas en el país.Tal reduccionismo no puede entenderse sino como un intento por ocultar nada menos queuno de los documentos fundacionales, si no es que el Documento Fundacional de carácterConstitucional—como lo asientan juristas e historiadores especializados como Felipe TenaRamírez y Jaime del Arenal Fenochio—para la Independencia y construcción de Méxicocomo Patria independiente, como es el Plan de Iguala.Para entender el impacto que tuvo la proclamación del Plan de Iguala en un país quetriplicaba en extensión territorial al actual, tanto como su éxito y recepción apoteósica quelogró al poco tiempo en una nación mestizada como la nuestra, es preciso medirlo a la luzde su natural contraparte—y detonante—que fue la Constitución masónica expedida en1812, impuesta para todo el Imperio Español en 1820.Uno de los grandes dilemas que se habrían de presentar tendría que ver con lo plasmado enel Artículo 22 de la misma:“A los españoles que por cualquiera línea traen origen de África, para aspirar a serciudadanos les queda abierta la puerta dela virtud y del merecimiento, y en consecuencialas Cortes podrán conceder carta de ciudadano a los que hayan hecho servicios eminentes ala patria, o a los que se distingan por sus talentos, su aplicación y su conducta; bajocondición respecto de estos últimos de que sean hijos de legítimo matrimonio, de padresingenuos, de que estén ellos mismos casados con mujer ingenua y avecindados en losdominios de España, y de que ejerzan alguna profesión, oficio o industria útil con un capitalpropio, suficiente a mantener su casa y educar sus hijos con honradez” .Por lo anterior quedó clara una enorme contradicción desde el momento en que se reconocela “nacionalidad” como españoles a los negros y castas con la salvedad de que les niega elejercicio de la ciudadanía, cuya consecución quedaba condicionada deliberadamente y demanera muy subjetiva, con la obvia finalidad de reconocer los menos posibles. Estasituación habría pasado inadvertida en la España peninsular, pero en el continenteamericano y concretamente en la Nueva España, dicha disposición estaba lejos pasardesapercibida.El Virrey Apodaca acudió a las Cortes informándoles el 1 de noviembre la conmoción quegeneró la Carta Magna no solo por su antirreligiosidad sino por la discriminación que hacíade la mayoría de los mexicanos, notificándoles que había tomado resolución de declarariguales a todos los individuos pertenecientes al Ejército de Pardos y Morenos: esto es,violar la Constitución. Pese a ello, el Virrey ni siquiera mereció respuesta por parte de sus“venerables hermanos” de Logia en las “augustas y liberales” Cortes. La respuesta vendría en poco tiempo y no de Cádiz o Madrid sino del suelo mexicanocuando el 24 de febrero de 1821, tras intercambio epistolar con el insurgente VicenteGuerrero desde noviembre del año anterior, el coronel del Regimiento de Celaya, Agustínde Iturbide, proclamó su célebre Plan de Iguala con el Ejército Imperial de las TresGarantías. El Plan iniciaba no como un llamado a las armas o a la destrucción de un bando,sino como un manifiesto generoso en el más pleno sentido de la palabra: “Americanos, bajocuyo nombre comprendo no solo a los nacidos en América, sino a los europeos, africanos yasiáticos que en ella residen…”.Sobra decir que este proyecto que no se apartaba de la senda constitucional—pues exigíauna Constitución propia para el país—ni de los derechos del hombre libre logró no solo lasumisión de Guerrero sino una adhesión tumultuaria bajo el Rojo de la banderanacional—hecha por Iturbide—que consagraba la garantía de la Unión de todos losmexicanos, según el Artículo 12: “Todos los habitantes de la Nueva España, sin distinciónalguna de europeos, africanos, ni indios son ciudadanos de esta Monarquía con opción atodo empleo según su mérito y virtudes”.Dado lo anterior, no deja de sorprender como a más de doscientos años de nuestraIndependencia sigue intentando de imponerse el silencio desde lo más ominoso del sistemapolítico mexicano, como una apuesta constante por la desmemoria. Y lo mismo sucede conla persona del Libertador de México en cuanto a su obra y el recibimiento que tuvo el Plande Iguala en el norte del Imperio, como reconoce Moisés Guzmán, pese a los esfuerzos deGuadalupe Jiménez Codinach, Jaime del Arenal Fenochio David Brading y José AntonioJiménez Díaz, entre muchos otros.

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Dinamita, Durango: esplendor de un siglo.

Por Enrique Sada Sandoval Para poder hablar de las manifestaciones de la vida social al igual que de lo que se pudiera entender como el pensamiento ordinario de la gente desde su cotidianidad, como diría Pilar Gonzalbo en su Historia de la cotidianidad, cabe subrayar que uno y otro vendrán a configurarse a partir del entorno inmediato o del medio geofísico en el cual tanto los individuos como las sociedades tienden a desarrollarse. Tal es el caso de un poblado como Dinamita, Durango; al igual que Abisinia, El Siete, El Durazno La Mina y tantas otras comunidades que se han logrado asentar y desarrollar históricamente en torno a la legendaria Sierra del Sarnoso y sus linderos; mismos que a pie, desde la adolescencia y tras muchas noches de acampada entre sus cañones, manantiales y petrograbados, aprendí a recorrer tanto como a querer entrañablemente. Franqueado históricamente por los municipios de Mapimí en su estribación norte, por Lerdo y León Guzmán en su estribación sur-poniente, por Gómez Palacio (bajo cuyo rango político pertenece) y Tlahualilo en el oriente y norte, este poblado se encuentra enmarcado dentro del Bolsón de Mapimí en la gran extensión que a su vez delimita el Desierto de la Biósfera de Chihuahua; surgido durante la etapa del Virreinato de la Nueva España a partir de múltiples prospecciones mineras—aún existen minas españolas abandonadas que dan testimonio de lo anterior en este sitio—emprendidas tras el descubrimiento muy cercano de la célebre Mina de la Ojuela, este poblado cobrará importancia primero por tratarse nada menos que de tierra sagrada para las muchas tribus bárbaras del norte de México como los cocoyomes, tobosos, rarámuris y tepehuanes que la solían  procurarla ya como coto de abastecimiento de caza y de aguas al igual que como antiguo centro ceremonial cuyos vestigios—pese al abandono de las autoridades locales y el vandalismo de lo peor de nuestra sociedad—todavía pueden encontrarse diseminados desde las faldas del imponente Cerro de la Chiche con su distintivo picacho reconocible a kilómetros desde Coahuila y Durango, hasta los Cerros Colorados y desde las estribaciones de la Sierra del Rosario llegando a Jacales y hasta el Cañón del Sarnoso. Posteriormente, y muy probablemente teniendo como primeros exploradores peninsulares a algunos miembros de las fuerzas expedicionarias de Nuño de Guzmán a su paso durante el siglo XVI, será la búsqueda de riqueza en sus entrañas y alrededores lo que hará de este sitio un lugar de abastecimiento de oro y plata que irá mermando en cantidad a lo largo del tiempo, tras el estallido de la Revolución Mexicana, y ante el enorme afluente de aguas subterráneas que sobreabundan a pocos metros de sus cerros y valles no del todo explorados en algunas partes, y en donde la profusión de jabalíes, venados y otras especies permitieron el asentamiento pronto en derredor de lo que a la postre trascendería como los límites de la famosa Mina de La Colorada. Pero también será un lugar que pese a lo anterior permitirá el asentamiento y el mestizaje armónico entre mexicanos y extranjeros, entre mineros sajones e hispanos, entre mestizos de este suelo y negros provenientes de los Estados Unidos De los jabalíes, los venados, el oro y la plata ahora solo queda el recuerdo—algo que todavía solían referir sus pobladores saliendo de misa en el templo dedicado a Santa Bárbara, patrona de mineros y fusileros, en la década de los noventas—y  algunos vestigios de prosperidad en lo que fuera su Mercado, su Panteón y hasta su Cárcel todavía pueden adivinarse, independiente de las explotaciones marmoleras o del de la Compañía de explosivos y químicos Austin-Bacis que le ha brindado también su lugar al pueblo que sobrevive de algún modo, mientras los hijos de su suelo buscan otras fortunas más allá del terruño que es la Matria que les vio nacer. Tierra de leyendas enclavada en torno a montes y valles con enormes figuras pétreas tan caprichosas como el Cerro de la Vela, el Pichacho Colorado, el Cerro de la Chiche o el mítico Cerro del Sarnoso en cuyas noches todavía cabalgan en el viento las antiguas tribus nómadas aguerridas, los peninsulares huyendo de la Independencia tras esconder sus fabulosos tesoros y las huestes del bandolero Machado todavía depositan el fruto de sus robos y los restos de sus víctimas en alguna cueva cuando sus habitantes se reúnen a compartir las consejas que—desde la cotidianidad más inmediata—escucharon de sus abuelos acompañados de cerveza o de sotol alrededor del fuego; voces y recuerdos cuya memoria merece ser rescatada como lo ha hecho Miguel Amaranto desde las breves páginas de Dinamita. Esplendor de un nuevo siglo, libro que por su oportuna aparición tanto como por el material y las fuentes inéditas que consigna, merece ya, desde el momento mismo en el que sale de la imprenta, una Segunda Edición, como herencia para futuras generaciones.

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