Trastorno del espectro autista: Estrategias para la escuela y el hogar
El trastorno del espectro autista es un tema del cual cada vez nos encontramos con más casos, esto por diferentes razones; principalmente porque en la actualidad, gracias a la profesionalización y a las redes sociales, se puede identificar con mayor rapidez y eficacia a estos niños, adolescentes, e inclusive adultos con TEA (Trastorno del Espectro Autista). El conocimiento que poseen los docentes sobre el desarrollo evolutivo de los niños neurotípicos es fundamental para la identificación temprana de características que se desvían de estos parámetros. Los maestros, al estar en contacto directo con los niños en contextos educativos y sociales, pueden observar patrones de comportamiento, interacción y comunicación que no coinciden con las expectativas propias de su etapa de desarrollo. Esta habilidad de reconocer diferencias sutiles en el desarrollo cobra relevancia al recoger información inicial que puede ser clave para la identificación de un diagnóstico temprano del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Por ejemplo, dificultades en la reciprocidad social, un lenguaje inusual o conductas repetitivas (esteriotipas), pueden ser señales que los docentes, con la formación adecuada, podrían identificar como motivo de atención para comunicárselo a los padres de familia del pequeño, sin embargo, es importante mencionar que los docentes no deben diagnosticar o emitir alguna etiqueta a algún alumno del cual perciban alguna dificultad. El rol del docente no es diagnosticar, sino aportar observaciones fundamentadas y sistemáticas que complementen el trabajo de los especialistas. Así, su conocimiento sobre el desarrollo típico se convierte en una herramienta esencial para articular esfuerzos entre la escuela, la familia y los profesionales de la salud, promoviendo intervenciones oportunas que impacten positivamente en el desarrollo del niño. Por otra parte, la reinserción de estos niños en la sociedad, es cada vez más evidente; esto gracias a diferentes cambios en las políticas, que han hecho inclusivas a las escuelas bajo el lema de: «escuela para todos», la cual, fue y sigue siendo una propuesta a nivel mundial, que apuesta por la inclusión de niños con necesidades educativas especiales o algún trastorno del neurodesarrollo en particular (TDAH, autismo, trastornos específicos del aprendizaje, trastorno generalizado del desarrollo, étc). Según el Plan de Estudios 2022, la inclusión va más allá de simplemente garantizar que los diversos grupos de la sociedad formen parte del sistema educativo. Aunque esto representa un avance significativo, no basta con solo integrarlos; es indispensable transformar las prácticas educativas, culturales y sociales para atender y entender las necesidades de todos los estudiantes de manera equitativa y significativa. Este enfoque busca asegurar no solo el acceso, sino también la participación activa y el aprendizaje de calidad para cada estudiante, sin importar su condición o contexto. Ahora bien, es importante entender que el trastorno del espectro autista es un trastorno del neurodesarrollo, en el que el desarrollo cerebral del niño afecta la manera en la que él percibe e interactúa con otras personas. Es por ello que pueden presentar problemas en la interacción social y en su comunicación, toda esta serie de dificultades que el niño con autismo puede presentar, va a depender de múltiples factores: la carga heredofamiliar, la edad de los padres, la exposición a agentes estresores durante el parto, inclusive hay algunos autores que teorizan argumentando que la contaminación ambiental, mediante la concentración de metales pesados como el arsénico, plomo y flúor, en el aire y agua, cumple un papel importante que puede afectar a nivel embriológico el desarrollo cerebral del nuevo ser. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) identifica varios factores de riesgo asociados con el desarrollo del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Estos factores pueden agruparse en tres categorías principales: 1. Factores genéticos y hereditarios: Existe una alta heredabilidad en el TEA, con evidencia de mutaciones genéticas específicas y variaciones en el ADN, que pueden aumentar el riesgo. Familias con antecedentes de TEA tienen mayores probabilidades de presentar el trastorno en nuevos miembros. 2. Factores prenatales y perinatales: Las complicaciones durante el embarazo o el parto, como infecciones maternas, exposición a tóxicos o edad avanzada de los padres, se han relacionado con un mayor riesgo de desarrollar TEA. 3. Factores ambientales: Aunque no se ha identificado una causa ambiental directa, ciertas condiciones como la exposición prenatal a contaminantes o medicamentos específicos han sido objeto de estudio como posibles contribuyentes. El DSM-5 destaca que estos factores interactúan de manera compleja y que el TEA resulta de una combinación de predisposiciones genéticas y factores ambientales que influyen en el desarrollo neurológico temprano. Sin embargo, es importante enfatizar que ninguna de estas variables es determinante por sí sola, y el diagnóstico debe basarse en una evaluación integral. El trastorno del espectro autista, se considera espectro debido a sus diversos signos y síntomas que presentan los niños con este trastorno. Esto quiere decir que dos niños que viven con autismo lo van a vivir de manera muy diferente y única. A pesar de tener el mismo diagnóstico. Habrá algunos niños con autismo que presenten dificultades sensoriales para tolerar texturas o el ruido, habrá otros niños con autismo donde el lenguaje hablado y la comunicación se encuentren mayormente limitadas. Sin embargo, también puede haber otros niños compartiendo el mismo diagnóstico que sí pueden aprender conforme a los niños de su edad, pero que tengan limitada solo el área de socialización. En este caso particular donde hablamos de niños con un diagnóstico de autismo que pueden aprender y pueden hablar y comunicarse pero que tienen pocas habilidades para socializar, estamos hablando de lo que anteriormente era conocido como asperger. El diagnóstico de Asperger dejó de considerarse un trastorno independiente a partir de la publicación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su quinta edición (DSM-5) en 2013. En esta revisión, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió incluir el Asperger dentro de una categoría más amplia conocida como Trastorno del Espectro Autista (TEA) Sin embargo, para estos niños, anteriormente llamados niños con Asperger, actualmente se usa el criterio de autismo de alta funcionalidad, mientras que existen dos categorías más
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