Mango Verde

Escritura femenina: curación y resistencia

Por Judith Escandón Juárez

Colaboradora en el Centro de Investigación en Ciencias Sociales UAdeC.

Han Kang, reconocida autora surcoreana, nos entrega en Blanco una obra que, a partir de una lista simple de cosas blancas, se convierte en una exploración sobre la pérdida, el dolor y la memoria. En el recorrido de sus páginas, la autora teje una narrativa cargada de imágenes evocadoras que nos invitan a reflexionar sobre el duelo y la resistencia femenina. Esta novela se puede analizar desde una perspectiva de género, estableciendo conexiones con el feminismo literario mexicano que también ha dado voz a las historias de mujeres.

        El blanco se extiende por la narración de Han Kang como una capa que envuelve cada recuerdo y emoción. Es un color que oculta tanto como revela, lo que hace que la historia se mueva entre lo tangible y lo invisible. En la cultura oriental, el blanco simboliza luto, mientras que en la occidental se asocia con la pureza. Han Kang toma ese color cargado de significados y lo transforma en un espacio donde el dolor y la memoria encuentran su voz.

        Cada objeto blanco —la bata de un recién nacido, la nieve, el papel— guarda una historia silenciosa. La bata evoca fragilidad; la nieve, lo efímero; el papel, la posibilidad de dejar testimonio. A través de estos elementos simples, pero simbólicos, la autora teje un relato sobre el sufrimiento, la resistencia y la búsqueda constante de sentido.

        La también autora de La vegetariana describe una puerta oxidada que intenta cubrir con pintura blanca, una imagen potente que simboliza el esfuerzo por borrar cicatrices emocionales. El gesto de pintar sobre el óxido refleja la lucha continua por transformar el dolor en algo más llevadero. Este esfuerzo, sin embargo, deja cicatrices visibles, al igual que las experiencias que marcan la vida.

        El centro en la narrativa de Blanco es la reflexión sobre la muerte de una hermana mayor que falleció poco después de nacer. Esta pérdida, aunque no vivida directamente por la protagonista, atraviesa su vida de manera persistente. La experiencia del duelo femenino, tantas veces invisibilizada, emerge como una forma de resiliencia. La hermana que nunca conoció simboliza esas pérdidas que las mujeres han aprendido a llevar en silencio.

Maternidad y duelo

La obra de Han Kang desafía al lector desde una perspectiva de género, y Blanco subraya la importancia de validar las historias de las mujeres, especialmente aquellas relacionadas con la pérdida y la maternidad. La novela, precisamente, aborda la maternidad desde un enfoque poco convencional: una madre que enfrenta la muerte de su hija encarna la tensión entre la protección y la pérdida. Esta figura desafía las narrativas tradicionales que idealizan el rol materno, mostrando en cambio su fragilidad y el peso simbólico del luto.

        El acto de envolver al bebé en pañales blancos expresa esa tensión desgarradora entre la protección y la aceptación de la pérdida. Es un gesto cargado de amor, pero también de impotencia frente a una realidad irreversible. Las mujeres que han vivido experiencias de duelo similares pueden reconocer en la obra de Kang una forma de consuelo y catarsis al encontrar palabras para ese dolor muchas veces silenciado.

        La figura materna en Blanco también evoca los relatos de autoras mexicanas como Rosario Castellanos, quien retrató la maternidad desde una visión valiente y crítica. Castellanos disminuye la idea tradicional de la madre perfecta y muestra a mujeres que enfrentan contradicciones, dudas y vulnerabilidades en su papel de madre. Esta mirada resuena con el enfoque de Kang, quien también revela lo complejo de ser madre en un mundo donde la pérdida a menudo se convierte en una presencia continua.

        La escritura en Blanco es un medio de sanación. Han Kang describe el proceso de escribir este libro como un «ungüento blanco aplicado sobre una hinchazón», una forma de aplicar un alivio simbólico al dolor acumulado. Esta imagen transmite la idea de que el acto de narrar, lejos de ser un simple ejercicio literario, funciona como una forma de curación emocional. La narrativa se convierte en una herramienta para confrontar el dolor y transformarlo en arte. La metáfora resuena con experiencias universales: cuando las personas enfrentan pérdidas o momentos difíciles y transforman esas vivencias en palabras, el ejercicio puede ser reparador. Narrar no necesariamente borra el dolor, pero permite darle forma y, de alguna manera, aliviar su carga. Esta perspectiva conecta con la idea de la escritura como resistencia: el arte de contar historias ayuda a resignificar el sufrimiento y a encontrar belleza incluso en las situaciones más dolorosas.

        Las imágenes que Kang construye son potentes: una mariposa blanca que pierde el color de sus alas con el frío o el silencio palpable de una habitación cubierta de escarcha. Cada escena evoca la fragilidad de la vida, pero también la belleza que se encuentra, a pesar de todo, en las grietas del sufrimiento.

        Otras escritoras mexicanas con las que conecta la obra de Han Kang son Elena Poniatowska y Cristina Rivera Garza, quienes han explorado temas como la maternidad, la violencia de género y la memoria femenina, dando lugar a narrativas complejas y necesarias que las mexicanas y los mexicanos deberíamos leer para una compresión más precisa del entorno que vivimos, entorno que quizá, con estás lecturas, experimente un cambio y despierte sensibilidades ante el dolor y las violencias de género que se viven.

        El lenguaje en Blanco es suave, pero puntiagudo, con filo, similar al estilo de Rivera Garza, autora que también aborda la memoria y el cuerpo femenino como espacios de resistencia. Ambas autoras demuestran que el lenguaje puede sanar y reconfigurar el dolor.

        El feminismo literario en México se ha dedicado a visibilizar las experiencias femeninas, muchas veces ignoradas por la narrativa dominante. Al igual que Kang, las autoras mexicanas mencionadas líneas arriba abordan el dolor femenino desde una perspectiva que no busca negarlo, sino enfrentarlo; tanto en el contexto surcoreano como en el mexicano, la narrativa femenina desafía las estructuras patriarcales y recupera historias silenciadas.

        También es interesante notar que Kang, Castellanos y Rivera Garza sitúan a las mujeres en el centro de sus relatos.

        En un mundo que a menudo silencia estas voces, la narrativa de la surcoreana se alza como un testimonio poderoso de la capacidad de las mujeres para recordar, resistir y transformar su historia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio