Mango Verde

méxico

El odio a lo mexicano

«Si un mexicano  odia lo español, se odia a si mismo». Miguel León Portilla. Uno de los fenómenos políticos más importantes del siglo XX y en los que menos se ha reparado es el ocaso del Imperio Británico. A la par que el fin del Imperio Ruso y la elevación de la tiranía socialista soviética, la desconfiguración de esta  hegemonía supuso en su momento un duro golpe al poderío y dignidad de la nación que se enseñoreaba todavía como “reina de los mares” en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Para lograr sobrellevar esta decadencia en sus instituciones y sobre todo entre sus ciudadanos, Reino Unido se vio orillado a recurrir a dos herramientas para salvaguardar lo posible a través de la gobernanza y la retórica. En el primer caso, a través de una mancomunidad de naciones de habla inglesa, la Comonwealth, sobre las que fueron sus antiguas colonias con el fomento de vínculos comerciales e identitarios en estos nuevos países independientes; y en segundo lugar, a través del relanzamiento de la Leyenda negra antihispana en la que en vez de reparar en las antiguas glorias inglesas se enfatizaba el mito de la supuesta crueldad y oscurantismo del Imperio español en América y en el mundo, con lo que se recalentaba también una nueva entrega de odio con racismo sistematizado—muy mal disimulado—contra el mestizaje, la religiosidad católica y los grandes frutos que esta mezcla logró brindar a lo largo de trescientos años de civilización y hermanamiento a la cultura occidental. Esta embestida de propaganda oficial se diseñó para ser diseminada a través de dos frentes: en el viejo y en el nuevo mundo a partir de la década de los veintes. Desde el gobierno británico sobre España, a través de aislamiento diplomático e impresos en el primer caso, en tanto por la vía del Smithsonian como institución cultural de gobierno en los Estados Unidos de Norteamérica. De este caldo de cultivo abrevaron varios regímenes políticos en ambos lados del mar haciendo sentir sus efectos; ya sea a través de apoyo contra el bando nacionalista durante la Guerra Civil española como lo hizo Stalin directamente o el gobierno norteamericano a través de la Brigada Abraham Lincoln; y en México el régimen de la “revolución  triunfante” con asesinatos y persecusiones antirreligiosas que duraron hasta 1941, además de la imposición de la educación socialista desde la Máxima Casa de Esudios del país. En nuestro país, una de las medidas oficiales para justificar esto fue la publicación de pasquines donde se endiosaba un falso indigenismo etnólatra y centralista en detrimento de las 200 naciones indígenas existentes, de la herencia mestiza y las tradiciones religiosas a través de la cultura financiada por el gobierno como es el caso de los murales de Diego Rivera en contra de la epopeya de la Conquista y el Virreinato donde el cretinismo doloso le hizo reproducir, con muy buena paga, desde crueldades inexistentes hasta los desvaríos archirefutados del gran mitómano esclavista que fue Bartolomé de las Casas. El odio contra lo español se tradujo a su vez en odio hacia todo lo mexicano, no solo en nuestro país, como era de esperarse, puesto que si los hijos propios de aquella gran mezcla de los hispano peninsular y lo nativo americano no fueron capaces de advertir que esto era en detrimento de su población, los hijos de Inglaterra al norte del Río Bravo sí se los hicieron saber a través de linchamientos públicos tanto como medidas discriminatorias impuestas desde establecimientos, hoteles y negocios donde públicamente se les negaba entrada o servicio a mexicanos, españoles y negros por igual hasta la promulgación de los Derechos Civiles en el año de 1970. En México por desgracia, esta estela de adoctrinamiento burdo ha persistido hasta la fecha tanto en el imaginario del ciudadano común como en el discurso oficial de los distintos gobiernos y regímenes que desde entonces apuestan a la desmemoria histórica para lucrar, solo desde la retórica hueca, con supuestos agravios contra indígenas muertos para olvidarse de los indígenas que viven y de la nación mestiza a la que deberían representar.

El odio a lo mexicano Leer más »

Febrero: Mes del Plan de Iguala.

Por: Enrique Sada Para José Antonio Jiménez Díaz.Dentro del Calendario oficial impuesto por el Gobierno el día 24 de Febrero suelefestejarse—muy escuetamente—como el “Día de la bandera” dentro del programa deestudios de la Secretaría de Educación Pública, lo mismo para la burocracia y las FuerzasArmadas acuarteladas en el país.Tal reduccionismo no puede entenderse sino como un intento por ocultar nada menos queuno de los documentos fundacionales, si no es que el Documento Fundacional de carácterConstitucional—como lo asientan juristas e historiadores especializados como Felipe TenaRamírez y Jaime del Arenal Fenochio—para la Independencia y construcción de Méxicocomo Patria independiente, como es el Plan de Iguala.Para entender el impacto que tuvo la proclamación del Plan de Iguala en un país quetriplicaba en extensión territorial al actual, tanto como su éxito y recepción apoteósica quelogró al poco tiempo en una nación mestizada como la nuestra, es preciso medirlo a la luzde su natural contraparte—y detonante—que fue la Constitución masónica expedida en1812, impuesta para todo el Imperio Español en 1820.Uno de los grandes dilemas que se habrían de presentar tendría que ver con lo plasmado enel Artículo 22 de la misma:“A los españoles que por cualquiera línea traen origen de África, para aspirar a serciudadanos les queda abierta la puerta dela virtud y del merecimiento, y en consecuencialas Cortes podrán conceder carta de ciudadano a los que hayan hecho servicios eminentes ala patria, o a los que se distingan por sus talentos, su aplicación y su conducta; bajocondición respecto de estos últimos de que sean hijos de legítimo matrimonio, de padresingenuos, de que estén ellos mismos casados con mujer ingenua y avecindados en losdominios de España, y de que ejerzan alguna profesión, oficio o industria útil con un capitalpropio, suficiente a mantener su casa y educar sus hijos con honradez” .Por lo anterior quedó clara una enorme contradicción desde el momento en que se reconocela “nacionalidad” como españoles a los negros y castas con la salvedad de que les niega elejercicio de la ciudadanía, cuya consecución quedaba condicionada deliberadamente y demanera muy subjetiva, con la obvia finalidad de reconocer los menos posibles. Estasituación habría pasado inadvertida en la España peninsular, pero en el continenteamericano y concretamente en la Nueva España, dicha disposición estaba lejos pasardesapercibida.El Virrey Apodaca acudió a las Cortes informándoles el 1 de noviembre la conmoción quegeneró la Carta Magna no solo por su antirreligiosidad sino por la discriminación que hacíade la mayoría de los mexicanos, notificándoles que había tomado resolución de declarariguales a todos los individuos pertenecientes al Ejército de Pardos y Morenos: esto es,violar la Constitución. Pese a ello, el Virrey ni siquiera mereció respuesta por parte de sus“venerables hermanos” de Logia en las “augustas y liberales” Cortes. La respuesta vendría en poco tiempo y no de Cádiz o Madrid sino del suelo mexicanocuando el 24 de febrero de 1821, tras intercambio epistolar con el insurgente VicenteGuerrero desde noviembre del año anterior, el coronel del Regimiento de Celaya, Agustínde Iturbide, proclamó su célebre Plan de Iguala con el Ejército Imperial de las TresGarantías. El Plan iniciaba no como un llamado a las armas o a la destrucción de un bando,sino como un manifiesto generoso en el más pleno sentido de la palabra: “Americanos, bajocuyo nombre comprendo no solo a los nacidos en América, sino a los europeos, africanos yasiáticos que en ella residen…”.Sobra decir que este proyecto que no se apartaba de la senda constitucional—pues exigíauna Constitución propia para el país—ni de los derechos del hombre libre logró no solo lasumisión de Guerrero sino una adhesión tumultuaria bajo el Rojo de la banderanacional—hecha por Iturbide—que consagraba la garantía de la Unión de todos losmexicanos, según el Artículo 12: “Todos los habitantes de la Nueva España, sin distinciónalguna de europeos, africanos, ni indios son ciudadanos de esta Monarquía con opción atodo empleo según su mérito y virtudes”.Dado lo anterior, no deja de sorprender como a más de doscientos años de nuestraIndependencia sigue intentando de imponerse el silencio desde lo más ominoso del sistemapolítico mexicano, como una apuesta constante por la desmemoria. Y lo mismo sucede conla persona del Libertador de México en cuanto a su obra y el recibimiento que tuvo el Plande Iguala en el norte del Imperio, como reconoce Moisés Guzmán, pese a los esfuerzos deGuadalupe Jiménez Codinach, Jaime del Arenal Fenochio David Brading y José AntonioJiménez Díaz, entre muchos otros.

Febrero: Mes del Plan de Iguala. Leer más »

Scroll al inicio