Te cuento, Ricardo
Por Miguel Amaranto No recuerdo, exactamente, cómo fue que te conocí, pero ya nos habíamos visto antes Ya se había escrito nuestra historia, Ricardo, En la memoria del polvo que nos hizo. El día de las gordas, ¿recuerdas? Una voz contaba los sueños a través de nuestros labios “hagamos una guerra con esos instrumentos, Apuntemos a las almas con la quena y la zampoña” Ir presos por atentar la guerra con la música y reír hasta estirar los labios del soldado. Qué locura. «le escribes poemas de amor a los políticos, peruano; Les contamos historias a los ancianos de la plaza; así hasta pintar de colores la sonrisa». Y las horas pasaban en esa fondita Donde no había nadie más que los dos. Luego en el Ángelus, Ricardo, Ese día la vida se mofó y nos divertimos: Parecíamos uniformados; al fin soldados de la risa, de los sueños que escribíamos en cada sorbo de café. «imagínate, peruano, desde este balcón lees versos a los viandantes de la Alameda, les cuento un mundo a los niños que son y los que fueron. Imagínate, —tus manos volaban al compás de tus palabras— Treparnos al camión y asaltar a los viajeros, con un «manos arriba» robarles la sonrisa —tus labios se estiraban desde el alba al crepúsculo— y es en serio, remataste. Luego, después de tu dulce carcajada advertiste lo que sería divertido: Jugaremos a conducir un programa de radio Y lo hicimos, Ricardo Tan lúdico, tan infantil, impoluto. Pero te fuiste, amigo; mi corazón anocheció con tu partida, mi alma se suspendió entre lo que soy y la estela que forma la ausencia. Me pesó el Perú. La historia se desvanecía y con ella tus ojos que traviesos jugueteaban en las veredas. *** Desde entonces el sol ha jugado a la ronda para recordarte, y algo me dice que de vez en cuando te pones el sol como nariz para jugar a contemplarnos, que bailas en algún lugar y levantas polvo para sentirte, lagunero; que correteas bajo la lluvia y caes boca abajo para no olvidar los colores de tu alegría. Hasta pronto, amigo; Guárdame un cuentito para cuando nos veamos, y un campito en la eternidad.