La presente contribución surge como resultado del estudio y la reflexión en la materia de Teorías Feministas, impartida por la Dra. Rosario Varela en el marco de la Maestría en Ciencias Sociales para el Desarrollo Interdisciplinario de la UAdeC. Esta experiencia educativa ha sido fundamental en nuestro proceso de comprensión y análisis crítico de las dinámicas sociales desde una perspectiva de género. A través del estudio de las teorías feministas, hemos explorado las complejidades de las relaciones de poder, las estructuras sociales y las formas de resistencia y transformación. Este artículo es el fruto de nuestro compromiso con el desarrollo de un enfoque interdisciplinario que integre la perspectiva feminista en la investigación y la acción social.
En este artículo exploraremos un fenómeno persistente dentro del panorama literario mexicano: el prejuicio literario contra las autoras femeninas. Este sesgo histórico ha resultado en una desigualdad significativa entre la presencia de obras de mujeres y de hombres en nuestro canon literario. Se destaca la necesidad de superar el prejuicio literario contra las autoras en México, y proponer soluciones positivas basadas en la inclusividad y la diversificación de la literatura mexicana.
La marginalización de las autoras es un tema recurrente a lo largo de la historia de la literatura mundial, uno en cuyos rasgos se refleja la escasa representación de autoras en comparación con los escritores hombres. A lo largo de la historia, hechos sobre sexismo son los que han enfrentado las autoras más célebres, como Margo Glantz, quien fue objeto de críticas negativas y hostilidades por parte de la comunidad intelectual masculina durante la década de 1970 cuando publicó su novela Los días del agua. Su trabajo fue calificado de «novelita femenina». Y Elena Garro, en 1963, después de ganar el Premio Xavier Villaurrutia por su libro Los recuerdos del porvenir, recibió amenazas de muerte y fue llamada por ser una «escritora de novelitas». A este suceso hay que sumar la violencia y los abusos que vivió en su matrimonio con Octavio Paz quien, además, ejerció dominio, manipulación y control sobre ella. Incluso llegó a prohibirle incursionar en el género de la poesía, porque consideraba que era su terreno. Garro se vio obligada a dedicarse al periodismo para no opacar a Paz en el ámbito literario.
Esta marginación se extiende a la educación, donde los libros de texto gratuitos en México muestran una mínima proporción de autoras en comparación con los autores, perpetuando una brecha de género desde la infancia.
El prejuicio literario sexista es una realidad que afecta la percepción y la valoración de las obras escritas por mujeres. Históricamente, la escritura femenina se ha asociado a lo romántico, lo emocional y lo «débil», mientras que los temas considerados universales o de mayor importancia han sido atribuidos a los hombres. Esta percepción se refleja en el sesgo de género presente en la selección de autores en los libros de lectura obligatoria de Educación Básica en Primaria, donde aproximadamente el 65.4% de los autores son hombres, el 13.7% son mujeres y el resto son anónimos. Este prejuicio literario marca la forma en que la audiencia percibe y valora las obras escritas por mujeres. A menudo, se les otorga menos credibilidad y autoridad como escritoras, lo que a su vez afecta la notoriedad y el reconocimiento de su trabajo. A pesar de los avances en la equidad de género, la idea de que los hombres tienen mayor dominio sobre ciertos temas literarios persiste en la sociedad. Es fundamental cuestionar y romper con este prejuicio. La literatura escrita por mujeres es igualmente valiosa y relevante, y aborda una amplia gama de temas que son tan universales como los abordados por sus contrapartes masculinas. Es necesario fomentar la diversidad y la representación equitativa en la literatura, tanto en la selección de autores como en la valoración crítica de sus obras.
El panorama literario mexicano ha experimentado una transformación significativa a lo largo del tiempo, y el rol de la mujer en este ámbito ha evolucionado de manera notable. Si bien históricamente se ha utilizado la categoría de «literatura femenina» para designar la producción literaria hecha por mujeres, es interesante destacar que esta etiqueta puede estar destinada a desaparecer en un futuro cercano. Actualmente, la tendencia apunta hacia una igualdad más estructurada, donde lo que prevalece es el profesionalismo del trabajo literario, independientemente del sexo del autor. A pesar de la complejidad de la terminología, el surgimiento del feminismo ha contribuido a caracterizar una literatura desde la perspectiva de género. Si bien Sor Juana Inés de la Cruz podría considerarse la precursora de este movimiento, es en el siglo XIX cuando se establecen las bases para el definitivo arranque de la mujer como escritora para el siguiente siglo. En el siglo XX muchas escritoras mexicanas se dedicaron predominantemente a la poesía; tal es el caso de Antonieta Rivas Mercado, cuyo trabajo literario también abarcó dramaturgia, ensayo, prosa, novela, crónica, epístola y traducción. Aunque hubo excepciones notables como Nellie Campobello, la única novelista de la Revolución Mexicana. En las décadas siguientes, nuevas generaciones de escritoras continuaron enriqueciendo el panorama literario. Elena Poniatowska, con Hasta no verte Jesús mío (1969), y otras autoras como Amparo Dávila y Graciela Rábago Palafox contribuyeron a la diversidad de voces y temas en la literatura mexicana. A partir de la década de los setenta, la escena poética también experimentó un renacimiento con la llegada de figuras como Elsa Cross con El diván de Antar (1990), obra por la cual recibió el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes; Germaine Calderón con Del mar y otras voces en (1981) y El universo poético de Rosario Castellanos (1998); Elva Macías con Nueva cartografía, (1982); y Gloria Gervitz con Migraciones (1996). Estas poetas han allanado el camino para las nuevas generaciones de mujeres que continúan destacando en la literatura mexicana contemporánea.
Oportunidades para la escritora mexicana contemporánea
El prejuicio literario ha sido una constante en la historia de la literatura, y ha afectado de manera particular a las mujeres escritoras. La cultura femenina se ha transmitido de manera oral y ha sido condenada a ser una cultura ágrafa, lo que ha dificultado su valoración y difusión en el patriarcado. A pesar de que la lucha por la equiparación de los derechos de los sexos proviene del intento de subvertir el statu quo, esta lucha no comienza con la publicación de los textos, sino que se transmite mediante ideas subyacentes. Por ello, es importante reconocer la larga marcha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres, marcha que en muchas ocasiones es desconocida. En este sentido, es fundamental promover la visibilidad de la literatura escrita por mujeres. Iniciativas como la Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas (FENALEM) y la Casa de las Escritoras han sido fundamentales para dar a conocer el trabajo de las mujeres en las letras mexicanas y para brindarles un espacio destacado con su obra. La Colección Vindictas de la UNAM también ha contribuido a visibilizar la literatura femenina en el país; y desde el 2020, la escritora Esther M. García ha hecho una labor muy importante que ha contribuido a la visibilizar a la mujer de letras en nuestro país, gracias a la creación de Mapa de Escritoras Mexicanas, el cual cuenta con 800 escritoras mexicanas mapeadas. Torreón no queda en el rezago: contamos con la escritora Nadia Contreras, que gracias a la revista digital Bitácora de Vuelos Ediciones, ha brindado la oportunidad de publicar a escritoras emergentes y consolidadas en tanto edita y publica libros en diversos formatos, dentro de los cuales destaca el digital.
Es tiempo de valorar y aprender de las contribuciones de todas las personas, independientemente de su género, para construir una sociedad más equitativa y justa. Debemos de superar el prejuicio literario que aún existe en México contra las autoras y proponer soluciones positivas que se basen en la inclusividad y la diversificación del canon literario.
REFERENCIAS:
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